REVIEW: "GREAT ABSENCE" - KEI CHIKAURA
El 25 de octubre se estrena en España "Great Absence".
Esta película de Kei Chikaura llega a nuestro país gracias a Adso Films y Hikari No Hana tuvo el placer de asistir a su estreno.
"Great Absence" es la segunda película de
Kei Chikaura, tras lograr el reconocimiento internacional con la
sensacional
"Complicity"
(2018), y su primer largometraje en casi cinco años.
La cinta, cuyo título original es "Oinaru Fuzai", llegó a los cines japoneses el 12 de julio, tras ser galardonada en San Sebastián. Por otro lado, también se ha presentado en los festivales de Toronto (TIFF),
Japan Cuts,
Camera Japan
y Japannual.
Mirai Moriyama ("Rage") protagoniza el reparto, formado por: Tatsuya Fuji ("Hacia la luz"), Yoko Maki ("The Blood of Wolves"), Hideko Hara ("Town Without Sea"), Masaki Miura ("Yamabuki"), Go Riju ("We Are Little Zombies") y Daisuke Tsukahara ("Soirée").
El largometraje, escrito por el propio director junto a Keita Kumano —asistente de dirección en "Madres verdaderas"—, cuenta con la fotografía de Yutaka Yamazaki ("Nadie sabe", dorama "Junichi") y la banda sonora de Koji Itoyama.
Su argumento gira en torno al actor Takashi, quien vive distanciado de su padre Yohji, un profesor universitario jubilado, desde el complicado divorcio con su madre hace 20 años.
Apenas mantienen el contacto, hasta que un día una llamada de la policía
lleva a Takashi a visitar a Yohji, quien lucha contra la demencia en su
casa en el sur de Japón. Al llegar descubre que Naomi, la segunda
esposa de su padre, ha desaparecido.
Al preguntarle dónde está, Yohji responde que se suicidó. Takashi debe
averiguar si hay algo de verdad en las palabras de su padre.
Antes de adentrarse en su análisis narrativo y cinematográfico, su
producción hay que situarla hacia la correlación de las motivaciones y
antecedentes contextuales de su director. Kei Chikaura
comparte el mismo camino —y la misma problemática— de la necesidad
del reconocimiento internacional para lograr romper las barreras
autoimpuestas por la carcomida industria japonesa.
A pesar de brillar con su tercer cortometraje
"Signature" (2017) en certámenes del calibre de
Locarno, el cineasta se vio obligado a recurrir a una co-producción
internacional con China para el desarrollo de su primer largometraje
"Complicity" (2018) —cuya premiere mundial tuvo lugar en Toronto—.
Gracias a su proyección en festivales de prestigio, le llevó a firmar con
la reconocida distribuidora GAGA —responsable de gran parte de la obra de Kore-eda— para ascender de las profundidades del indie hacia su plena incursión
en la escena fílmica japonesa. A diferencia de la deplorable obsesión de
los grandes estudios por sus pretensiones comerciales, la permisividad de
GAGA hacia la libertad creativa necesaria no pervierte su esencia
por razones económicas.
"Great Absence" construye desde la narración fragmentada y la multilateralidad de sus flashbacks una empática resignificación de la demencia.
La inhibición aséptica que emana del hieratismo de su primer plano
vertebra el relato a partir del desconcierto propio de la superficialidad
emocional de sus ambientes exteriores. A diferencia de lo expuesto en "Plan 75" (Chie Hayakawa, 2023), la representación de la senectud trasgrede desde su propio
deterioro cognitivo hacia la reformulación de un rompecabezas poliédrico
con apariencia de thriller, donde se desdibuja la realidad palpable con
la enajenación mental.
Las relaciones personales son el nexo catalizador de toda su
exposición, donde la consanguinidad entra en conflicto con la
fuerza arrolladora del amor más obsesivo. La ausencia es una
consecuencia natural del egoísmo propio de las sociedades patriarcales,
donde retuerce todos los convencionalismos ya asimilados entre el
vínculo parental y el romántico.
Durante su último acto, la cinta no cae en efectismos melodramáticos
resultadistas para entender su cierre, como ya ocurrió en
"A Hundred Flowers" (2022) —un rasgo que adolece gran parte de las producciones de
Genki Kawamura—. A pesar de compartir la misma temática, a la película no le interesa
el componente lacrimógeno barato ni la sobreexplicación, sino que aporta una
serie de trazos para que el espectador construya su propia visión.
El apartado visual y sonoro de "Great Absence" compone el escenario perfecto en el que florece la inmensidad interpretativa de Tatsuya Fuji.
El director confirma su admiración por el sensacional Tatsuya Fuji, quien repite después de trabajar juntos en la
notable "Complicity". Alejado de su época de esplendor, el experimentado intérprete brinda
uno de los mejores papeles del año, marcado por su inconmensurable
complejidad discursiva en correlación a la extraordinaria teatralidad
descarnada de Mirai Moriyama y la lacerante fragilidad de Hideko Hara.
Su concepción laberíntica no hubiera sido posible sin la descomunal
fotografía de Yutaka Yamazaki, quien absorbe las reminiscencias precedentes de su colaboración
con Hirokazu Kore-eda en la creación de su atmósfera.
Gracias a la adopción de la grabación en 35 milímetros, subvierte
toda su calidez nostálgica hacia la subyugación arbitraria del tiempo y
el espacio.
Por su parte, el arquitecto musical Koji Itoyama da forma a
una de las partituras más apasionantes del año, capaz de transitar desde
sus reverberaciones sonoras inherentes en sus distorsiones ambientales
toda su carga dramática hacia la eclosión catártica de la emotividad más
estremecedora. Punto y aparte es el conmovedor aporte semiótico del
cierre "Exit The King" a través de la disposición expresiva del
actor Mirai Moriyama.
En resumidas cuentas, "Great Absence" es un prodigioso ensayo cinematográfico que condensa desde la crudeza propia de las enfermedades mentales la representación de las relaciones humanas como depositario de la memoria.
A diferencia de otras producciones de la misma índole, la cinta no se recrea en el drama más gratuito ni en sus maniqueísmos. Gracias a su compleja estructura narrativa, sus postulados convulsionan en su forma más orgánica hacia el reflejo mas puro de la disonancia cognitiva. No busca ningún tipo de comprensión compasiva, sino captar la pesada carga de los que la sufren.
El lenguaje no sólo es una mera correa de trasmisión entre las personas, sino que la importancia de la palabra escrita atesora en su concepción fotográfica los recuerdos más preciados que fundamentan la propia existencia contra el paulatino deterioro hacia el olvido. El soliloquio final de Takashi con el que cierra en su evocador fotograma final encapsula la propia herencia del sufrimiento.
El hermetismo en gran parte de su metraje puede llegar a incidir el perpetuo agotamiento del espectador medio, acostumbrado a producciones comerciales que no demandan un actitud proactiva. No obstante, una vez encajen todas las piezas de ese intricando puzzle, toda la confusión desaparecerá hacia la verdad más clarificadora.
En última instancia, la única manera de aceptar las ausencias que van más allá de la muerte es buscar en el horizonte una razón para seguir viviendo.
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