REVIEW: FIRST LOVE - TAKASHI MIIKE
El pasado 10 de julio se estrenó en España "First Love". Esta película de Takashi Miike llega a nuestro país gracias a BARTON FILMS y Hikari No Hana tuvo el placer de asistir a su proyección.
El director de "JoJo's Bizarre Adventure: Diamond is Unbreakable" y "Laplace's Witch" une fuerzas con la productora británica RECORDED PICTURE COMPANY, de Jeremy Thomas —productor de "Samurai Marathon"—, para sumergirnos en un trepidante thriller de acción con tintes románticos al más puro estilo de Miike, en su forma más divertida y anárquica.
La cinta, cuyo título original es "Hatsukoi", se presentó en la Quincena de Realizadores de Cannes y ha pasado por festivales de cine tales como Toronto, San Sebastián, Busán y Málaga (Fancine), entre otros, hasta llegar a las salas de cine japonesas el pasado 28 de febrero.
La película, protagonizada por Masataka Kubota ("Tokyo Ghoul", "Diner") y Sakurako Konishi ("Fancy"), sigue las andanzas de Leo (Masataka Kubota), un joven boxeador que ha perdido las ganas de vivir por la difícil situación que está atravesando.
Un día, se cruza con su primer amor, Mónica (Sakurako Konishi), una prostituta drogadicta que, pese a todo, no ha perdido su inocencia. Leo no sabe que la chica forma parte de una compleja trama relacionada con el narcotráfico, y los dos son perseguidos a lo largo de la noche por un yakuza, un policía corrupto y una asesina enviada por la tríada china.
La impenetrable escena se imbuye desde el primer fotograma, inundado por una casi perpetua oscuridad, salvo por un atisbo de luz que fluye del exterior. Un joven con un pasado desdichado que ha logrado sobrevivir a los devenires que han marcado su vida. La marginalidad, la soledad y la apatía imbuyen su completa existencia, salvo por una única motivación: el boxeo. El golpe de suerte que recibe, en un principio, va ligado a la tragedia y la desesperanza; pero, a raíz de un accidental encuentro, supondrá su resignificación total: el primer amor.
En esta ocasión, Miike nos ofrece una vez más su particular visión del Yakuza Eiga, con influencias palpables de reconocidos referentes como Hideo Gosha, Kinji Fukasaku, Seijun Suzuki o Takeshi Kitano. Un punto de vista que retuerce el género hasta el extremo, llegando incluso hasta ridiculizarlo, donde converge desde la comedia de enredo hasta el romance más bizarro. Todo ello aderezado con altas dosis de humor negro tarantinesco.
Tras el frenético y alucinógeno clímax del último tramo —con claras reminiscencias al Miike de "Crows" e "Ichi The Killer"—, subyace el verdadero axioma narrativo del film que converge en la total anarquía: una eterna batalla no sólo ante los obstáculos que aguarda la vida, sino también contra nuestros peores demonios, y cuya victoria sobre ellos supone un halo esperanzador que evoca el fotograma final de la película.
Los secundarios de lujo son los que prácticamente llevan el peso de la narración, entre las que destaca Becky, la cual se imbuye de su polémico pasado para construir a una mujer empoderada y llena de rabia contra la sociedad; y, sobre todo, el deslumbrante tándem formado por el multidisciplinar Shota Somentani —demostrando una vez más que es uno de los mejores actores de su generación— y Nao Omori —el actor fetiche de Miike—, quienes, a pesar de estar absorbidos por la parodia, deprenden un carisma y química indescriptibles que bifurca entre el corrupción policial y la obtusidad yakuza.
En cuanto a la factura técnica, la fotografía de Nobuyasu Kita tiene un papel importante gracias al inteligente uso de planos lúgubres, turbios y lóbregos que emanan de los ambientes subrepticios y nocturnos, cuyo único atisbo de claridad son las luminarias exteriores. Una refrescante sorpresa es la incursión de escenas de animación que parecen sacadas del cómic americano y el Pop Art, que se complementan junto a un montaje bien ejecutado; ágil, frenético y violento, que le dota de un ritmo constante, donde el espectador no tendrá opción de aburrirse.
Respecto al apartado musical, el director japonés vuele a confiar en su compositor fetiche Koji Endo, con quien ha trabajado en casi todas sus películas. La partitura compagina con la narración de forma casi ecléctica y se sumerge en su espíritu, donde permean desde el punk y blues, al más puro estilo de Thee Michelle Gun Elephant con marcadas distorsiones, hasta el jazz más endiablado; aderezado con ciertos toques atmosféricos junto a las sentidas melodías de los violines.
Aun no llegando al nivel de "Ichi The Killer" o "Audition", "First Love" marca la senda en la que tiene que dirigir sus siguientes trabajos cinematográficos. Un claro ejemplo de que Miike debería distanciarse más de los saturados live-action y el cine más comercial.
La cinta, cuyo título original es "Hatsukoi", se presentó en la Quincena de Realizadores de Cannes y ha pasado por festivales de cine tales como Toronto, San Sebastián, Busán y Málaga (Fancine), entre otros, hasta llegar a las salas de cine japonesas el pasado 28 de febrero.
La película, protagonizada por Masataka Kubota ("Tokyo Ghoul", "Diner") y Sakurako Konishi ("Fancy"), sigue las andanzas de Leo (Masataka Kubota), un joven boxeador que ha perdido las ganas de vivir por la difícil situación que está atravesando.
Un día, se cruza con su primer amor, Mónica (Sakurako Konishi), una prostituta drogadicta que, pese a todo, no ha perdido su inocencia. Leo no sabe que la chica forma parte de una compleja trama relacionada con el narcotráfico, y los dos son perseguidos a lo largo de la noche por un yakuza, un policía corrupto y una asesina enviada por la tríada china.
La impenetrable escena se imbuye desde el primer fotograma, inundado por una casi perpetua oscuridad, salvo por un atisbo de luz que fluye del exterior. Un joven con un pasado desdichado que ha logrado sobrevivir a los devenires que han marcado su vida. La marginalidad, la soledad y la apatía imbuyen su completa existencia, salvo por una única motivación: el boxeo. El golpe de suerte que recibe, en un principio, va ligado a la tragedia y la desesperanza; pero, a raíz de un accidental encuentro, supondrá su resignificación total: el primer amor.
A pesar de las apariencias, no estamos a ante una anodina película romática más; Takashi Miike no es el típico director al uso, sino uno capaz de las mayores locuras narrativas y formales que podemos ver en la gran pantalla.
El realizador japonés ha tenido que volver a unir fuerzas con el premiado productor británico Jeremy Thomas —cuya unión nos ha regalado joyas como "Hara-Kiri", "La espada del inmortal" o "13 asesinos"— para poder superar anteriores fracasos en taquilla como "JoJo's Bizarre Adventure: Diamond is Unbreakable" o "Laplace's Witch", que tanto su público demanda.En esta ocasión, Miike nos ofrece una vez más su particular visión del Yakuza Eiga, con influencias palpables de reconocidos referentes como Hideo Gosha, Kinji Fukasaku, Seijun Suzuki o Takeshi Kitano. Un punto de vista que retuerce el género hasta el extremo, llegando incluso hasta ridiculizarlo, donde converge desde la comedia de enredo hasta el romance más bizarro. Todo ello aderezado con altas dosis de humor negro tarantinesco.
La parodia confluye en el retrato que construye en torno al submundo de la Yakuza y su vinculación a la corrupción casi sistemática de las fuerzas policiales.
Los ideales tan intrínsecos en el imaginario del ente mafioso, como el honor, se desmoronan por completo. Lo que vemos aquí son grupos criminales más interesados en las luchas internas y territoriales, en el tráfico de drogas y en enriquecerse económicamente, con el único objetivo de subsistir. Han dejado atrás su humanidad para adentrarse en esas subvertidas cloacas, donde el escaso atisbo de luz se alcanza con el amanecer.Tras el frenético y alucinógeno clímax del último tramo —con claras reminiscencias al Miike de "Crows" e "Ichi The Killer"—, subyace el verdadero axioma narrativo del film que converge en la total anarquía: una eterna batalla no sólo ante los obstáculos que aguarda la vida, sino también contra nuestros peores demonios, y cuya victoria sobre ellos supone un halo esperanzador que evoca el fotograma final de la película.
El acierto más loable de la cinta es la perfecta elección del reparto, donde la selección de cada actor se ha estudiado al milímetro, donde tanto la banda sonora como el apartado técnico se complemente a la perfección
La pareja protagonista está formada por la popular estrella Masataka Kubota y la desconocida Sakurako Konishi, quienes, a pesar de sus trayectorias e interpretaciones diametralmente opuestas, se complementan a la perfección.Los secundarios de lujo son los que prácticamente llevan el peso de la narración, entre las que destaca Becky, la cual se imbuye de su polémico pasado para construir a una mujer empoderada y llena de rabia contra la sociedad; y, sobre todo, el deslumbrante tándem formado por el multidisciplinar Shota Somentani —demostrando una vez más que es uno de los mejores actores de su generación— y Nao Omori —el actor fetiche de Miike—, quienes, a pesar de estar absorbidos por la parodia, deprenden un carisma y química indescriptibles que bifurca entre el corrupción policial y la obtusidad yakuza.
En cuanto a la factura técnica, la fotografía de Nobuyasu Kita tiene un papel importante gracias al inteligente uso de planos lúgubres, turbios y lóbregos que emanan de los ambientes subrepticios y nocturnos, cuyo único atisbo de claridad son las luminarias exteriores. Una refrescante sorpresa es la incursión de escenas de animación que parecen sacadas del cómic americano y el Pop Art, que se complementan junto a un montaje bien ejecutado; ágil, frenético y violento, que le dota de un ritmo constante, donde el espectador no tendrá opción de aburrirse.
Respecto al apartado musical, el director japonés vuele a confiar en su compositor fetiche Koji Endo, con quien ha trabajado en casi todas sus películas. La partitura compagina con la narración de forma casi ecléctica y se sumerge en su espíritu, donde permean desde el punk y blues, al más puro estilo de Thee Michelle Gun Elephant con marcadas distorsiones, hasta el jazz más endiablado; aderezado con ciertos toques atmosféricos junto a las sentidas melodías de los violines.
En resumidas cuentas, "First Love" supone el resurgir de la leyenda de Takashi Miike, quien es capaz de librarse de todos sus lastres y demostrar su talento para regalarnos su mejor película en más de una decada.
Sustentado tanto en su increíble reparto como en su factura técnica y artística, el cineasta ejerce una deslumbrante ejercicio de dirección que traspasa la aparente parodia de la Yakuza. A pesar de toda la sangrienta violencia inherente a la sociedad, florece la bondad del ser humano. No hay mayor fuerza en la naturaleza que luchar por el ser amado y la interpretación del amor puede condicionar la total existencia en torno a la misma dicotomía: el bien y el mal.Aun no llegando al nivel de "Ichi The Killer" o "Audition", "First Love" marca la senda en la que tiene que dirigir sus siguientes trabajos cinematográficos. Un claro ejemplo de que Miike debería distanciarse más de los saturados live-action y el cine más comercial.
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